Los nómadas Patricia Almarcegui y Jordi Esteva despliegan el emocionante mapa del viaje. Por Jacinto Antón

Los dos grandes viajeros están esperando sentados alrededor de la amplia mesa que domina el comedor-living del coqueto apartamento en el corazón del barrio del Born barcelonés, este atardecer. Suspendidos así en el tiempo y en el espacio, detenidos en su natural impulso de moverse, parecen dos personajes de Beckett o de un cuadro de habitación de hotel de Hopper. Juntos, Patricia Almarcegui y Jordi Esteva (al que pertenece el piso), dos de nuestros mejores escritores de literatura de viajes, ambos con libros recientes —Almarcegui su Cuadernos perdidos del Japón (Candaya), Esteva sus memorias, El impulso nómada (Galaxia Gutenberg)—, evocan más millas recorridas que Marco Polo, amén de una calidad literaria y un bagaje de experiencias y sensibilidad que no cabrían en una completa caravana de camellos. Sorprende verlos tan quietos, como si fueran, recortados por la luz delicuescente que los orla desde la ventana, una vieja foto o un daguerrotipo de esos viajeros clásicos que tanto admiran: ella, Lady Montagu; él, Burckhardt o Doughty. La magia del instante se rompe, y empieza otra, cuando se trasladan a un sillón y comienzan a conversar. EL PAÍS los ha reunido para hablar de viajes, y del sueño de los viajes. De la decoración del apartamento destaca una gran bandeja antigua de plata que parece un gong exótico de tierras lejanas y pone un eco de Shangri-La o Xanadú.