El Impulso nómada (película)

Película inspirada en los primeros capítulos de mi libro «El impulso nómada» publicado por Galaxia Gutenberg.

Esta quinta película de Jordi Esteva, en cuidado blanco y negro, como las anteriores, se aleja del género etnográfico o documental para adentrarse en el autobiográfico. Narra las peripecias de un niño de once años, Miquel, que durante un verano de los oscuros años cincuenta, los sueños por viajar a insólitos lugares despertarán en él un anhelo de libertad y un impulso nómada. Un niño que viajaba soñando gracias a los mapas y a los libros de geografía, a las películas de aventuras y a sus incursiones en el bosque

"Su film es una maravilla y la poesía de sus imágenes ha hecho posible el encuentro del viejo poeta con el niño que emprende el camino iniciático que le llevará a cumplir su deseo de libertad, su sueño de ser nómada, su terca voluntad de ser, sin duda alguna, un artista descomunal".  

Josep Massot, escritor

 

 

La película es una preciosidad, con esa atención al detalle de Jordi y su capacidad para dotar cualquier imagen de belleza y misterio y elevarla a la categoría de metáfora como si su mirada fuera la lámpara de Aladino. Hay mucho material inquietante, simbolizado por la omnipresencia de los insectos de aquí de allá, mantis, escolopendras, incluso la marabunta (Esteva quiso ser entomólogo), y hasta una momificación con unos sombríos Imhotep y Anubis, una alucinación del niño, un “tripi natural”, cuando cae enfermo de fiebre y lecturas, como un pequeño Don Quijote. Es perceptible en este nuevo género en que se mete Jordi la influencia de Agustí Villaronga, gran amigo suyo y que le animó a hacer cine, y al que Jordi homenajea con alusiones a la ambivalencia moral de la infancia, la Guerra Civil y algún plano de Pa negre.

 

En la sala a oscuras, con la cámara de Jordi Esteva moviéndose por sus recuerdos, mecidos por su voz y una banda sonora extraordinaria (“el 50 % del cine es el sonido”, le decía Villaronga), nos metemos de cabeza en las ensoñaciones de Miquel, en ese verano de felicidad, nostalgia, rito de paso y turbadores encuentros en el que se funden realidad y recuerdo, el futuro del niño y el pasado de Jordi, la bruja del pueblo y la brujería de Costa de Marfil, la culebra que se arrastra por los bosques del estío y las cobras de los encantadores de serpientes egipcios, los nenúfares y las velas de los dhows de los árabes del mar. En una escena preciosa, el niño mira al cielo para ver pasar el Sputnik 2con la perrita Laika (una licencia porque en realidad viajó en noviembre). Y en otra, definitoria de todo lo que es El impulso nómada, pone el dedo sobre un viejo globo terráqueo y señala Socotra, la isla que Jordi ha vuelto a poner en el mapa con sus viajes, sus libros y sus fotos.

Algunos hemos logrado cumplir nuestros deseos (o parte de ellos) nacidos en los días de aquel verano lejano, cuyo final la película representa con la llegada de las lluvias y el regreso en el Seat 1400 familiar. Pero Jordi Esteva no solo ha podido consumar sus grandes anhelos, desplegándolos por los horizontes del mundo, sino que ahora materializa la propia raíz de sus sueños. Y así, el dorado permanece.

Jacinto Antón, El País

 

 



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